Hace cuatro o cinco años, mientras formaba parte del cuerpo docente de la Universidad de Belgrano, era habitual que el rector nos convocase a participar de reuniones en las que se debatían las problemáticas que detectábamos en el aula y se formulaban propuestas de mejora.
Recuerdo que en uno de aquellos encuentros comenté entre mis colegas que me sorprendía como mis alumnos, que estaban cursando en ultimo año de la carrera, no podían explicar qué significaba el ¨trabajo en negro¨. Muy pocos habían tenido contacto con el mercado laboral. Evidentemente, ni la universidad se había encargado de transmitirles a qué se refiere el concepto de empleo formal o informal, ni el núcleo familiar de los estudiantes había encarado el tema.
Podríamos agregar a este ¨bache académico¨ que quienes estaban cursando la asignatura, en menos de un año, estarían habilitados para ejercer su profesión (que, dicho sea de paso, debe ser bastante representativa en cuanto a informalidad...).
No tuve respuestas de mis compañeros docentes pero sí, una rápida contestación de la máxima autoridad de la Universidad: ¨hacemos lo único que podemos hacer, todos los estudiantes deben cumplir con ciertas horas de pasantías para cumplir con la currícula, antes de graduarse¨. Y agregó, ¨además las grandes universidades del mundo buscan que sus alumnos dediquen su energía a terminar su carrera y no a diversificarla, trabajando antes de graduarse¨.
En ese momento no respondí. Pensé que quizás mi planteo estaba fuera de foco y que quienes se graduaran ya aprenderían cómo funciona una relación de trabajo, cuando trabajasen. De cualquier manera, como mi asignatura era Psicología del Trabajo, les hablaría de estas cuestiones a quienes asistiesen a mis clases.
Pasaron los años y hoy veo un artículo del Diario El Mundo, de España, en el que se resalta cómo, a partir de las dificultades que tienen los jóvenes en conseguir empleo, se disparan las consultas por trastornos de ansiedad y depresión. Incluso se discute acerca de si esta puede ser una causa de una extensión de la adolescencia ya que, la imposibilidad de lograr autonomía, hace que estos ¨cuasi adultos¨ deban quedarse en casa de su padres por más tiempo que el que quisieran. Como frutilla de postre se agrega un hallazgo interesante: la dificultad de insertarse en el mercado coincide con la generación mejor formada en toda la historia de España.
Opino que debemos tomar esta información teniendo en cuenta el contexto. Probablemente nuestras Universidades y familias sí que enseñen a sus alumnos e hijos a cómo deben manejarse en un contexto de inestabilidad y cambio. Y, lo que a los ojos de la juventud española es una enorme crisis de inestabilidad y falta de previsión, para nuestros muchachos puede ser un gigantesca oportunidad para intervenir y generar soluciones ya que están bien ¨entrenados¨ para gestionar la incertidumbre.
Podemos extender esta problemática a nuestro país?
Si es así, deberíamos aconsejar a nuestros hijos que trabajen y que no estudien?
Es cierto que primero hay que estudiar y formarse y, recién después, trabajar?
La Universidad está cumpliendo su rol de formar futuros profesionales que tengan participación en el mercado?
El ¨mercado¨ está solicitando a la Universidad lo que necesita?
O hay que incentivar a las personas del mercado para que se acerquen a los alumnos, intercambien y se nutran mutuamente?
Los padres hacen bien en solventar los estudios de sus hijos de tal manera que no tengan que preocuparse por sus gastos y puedan dedicarse a estudiar, o están fallando en su preparación?
Poco a poco, debemos ir modificando paradigmas y generar canales de retroalimentación entre el mercado de trabajo y los centros de estudios para que los graduados participen y aporten nuevas ideas. Ese será su mejor aporte. Preparemos a nuestros jóvenes para lo puedan concretar.
2 comentarios:
Estimado Gabriel, buscando blogs e info sobre Psicología Laboral, llegué al suyo y ya he leído varios de sus posts. Lo felicito, es muy claro y accesible el lenguaje que emplea.
En cuanto a este en particular, creo que es importante que mercado y alumnos de la facultad se nutran mutuamente. Lo digo, desde mi experiencia personal, ya que he trabajado por decisión propia y por necesidad desde que empecé la facultad. No fue nada fácil. Sin embargo, y a pesar que aún no me he recibido de Psicóloga, fueron ambas cosas las que me ayudaron a formarme en primer lugar como persona y luego como profesional, no por tener un título sino, por la forma de cómo eligir hacer las cosas. Un poco de teoría... y un poco de práctica, ambas son enriquecedoras.
A menudo leo en muchos grupos de facebook, chicos/as que se recibieron (ej. Psico., RR.HH.) y les resulta muy díficil (según sus opiniones) ingresar al mercado, porque claro, no pasaron por la experiencia de trabajar en algo que quizás "no está tan relacionado" con la carrera. Y hay frustración, miedo, etc...
Creo que hay mucho mito dando vueltas y que muchas veces, juegan un papel limitante en la persona, ej: ¿acaso es mejor estudiar y no trabajar?
Se que quizás no sea tan fácil lograr el equilibrio de hacer ambas cosas, pero quien puede, quien se anima, en mi opinión, creo que se va a nutrir de una manera diferente. Y laboralmente, es un plus.
Saludos!!!
Gracias por tu comentario, Romina.
Creo que estamos asistiendo a un cambio en las relaciones entre universidad y empresa que promueve - o es promovido - por un cambio cultural. Formación y experiencia, tendrán que ir juntas.
Muchos jóvenes postergan el ingreso al mercado laboral porque se sienten seguros dentro de una institución/universidad en vez de ¨salir¨ al mundo para hacer su aporte, compartirlo y aprender a trabajar en conjunto. También hay una gran cantidad que deja de lado el estudio porque los resultados que consigue, a corto plazo, son mucho mayores. Es complejo el tema pero creo que veremos - más vos que yo - interesantes modificaciones.
Publicar un comentario