Ayer, domingo, leí un artículo de La Nación en el que destacaba la iniciativa del gobierno de Brasil al conseguir que los involucrados en el ¨Caso Petrolao¨, devolviesen buena parte de las comisiones que habían pagado para que sus compañías resultasen beneficiadas con la adjudicación de sendos contratos con el estado.
En pocas palabras, una buena cantidad de empresas proveedoras que, a través de coimas consiguieron facturaciones millonarias, ahora pactan con la justicia del mismo país al que estafaron una reducción de la sanción porque se muestran arrepentidos y reintegran parte de lo que ganaron.
No tengo claro cuánto es la cifra que están pagando en relación a las ganancias que obtuvieron. Lo que sí veo es que se genera un mecanismo que invita a realizar estas prácticas sin temor a grandes represalias.
Y, desde ya, que esto no pasa sólo en Brasil. Un ejemplo cercano y similar lo tenemos en nuestro país, con quienes hace muy poco fueron descubiertos como una organización que hace más de 20 años ¨maneja¨ el mercado de las transmisiones y ventas de espacios publicitarios relacionados con el fútbol a través de un circuito absolutamente alejado de lo formal. En este caso, los arrepentidos están consiguiendo reducciones de penas que llegarían al cumplimiento de las mismas en libertad, a cambio de brindar información y reintegrar fondos mal habidos.
Estoy seguro que en las compañías que están a la vanguardia de la adaptación al mercado, ya tienen analizados mecanismos que acompañen estas acciones. Probablemente algún gerente general esté conversando con su gerente de administración sobre las previsiones contables en relación a la posibilidad que el pago de comisiones pueda ser descubierto. Algo similar a la depreciación de un bien de uso a través de la amortización ocurrirá como ¨previsión por reintegro de coimas si se descubre¨.
Es notable como la práctica del pago de sobornos está institucionalizado.
Recuerdo el ejemplo más burdo y aceptado por el mundo entero: cuando USA invadió Irak, por el ¨bien del mundo civilizado y contra el eje del mal¨, ya tenía cedidos los contratos con cientos de empresas que serían las encargadas de reconstruir el país, luego de la guerra! Notable la habilidad de estos hombres de negocios: destruyen para ganar dinero con la reconstrucción.
Quizás mi indignación no sea más que un reflejo de mi inmadurez para encarar los negocios, coincidente con la cultura latinoamericana...
Probablemente, cuando nuestra región sea más seria y profesional, podamos blanquear que los contratos y las licitaciones están definidos en conversaciones previas y no haya necesidad de un concurso. Al poner sobre la mesa de negociación todos los intereses, sin tener que ocultarlos detrás de una falsa moral, los resultados serán mejores para todos. Seremos capaces de tener en cuenta el cuidado del ambiente y el comercio justo, por ejemplo?
Quizás no tenga que ver la ética, sino, la madurez.
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