Una de las clases, en el dictado de la materia Psicología del Trabajo, que más polémicas genera es aquella en la que hablamos del rol del trabajo como formador de la identidad profesional y del rol de la persona como formador del concepto colectivo del trabajo.
Para decirlo de una manera sintética, trata acerca de cómo la formacion de las personas como futuros participantes del universo laboral, se ve influída por los mensajes que reciben de sus padres, pares y el entorno en general. Y cómo, a su vez, ellos mismos llegan a ser actores del mercado del trabajo y resultar en nuevos formadores.
Vemos diferentes ejemplos, pasados y actuales. Entendemos los diferentes conceptos del trabajo y su evolucion a través de la historia. Descubrimos sociedades en las que el trabajo es concebido de una manera diferente a la nuestra.
Y siempre, o casi siempre, terminamos hablando de la particular manera de entender las relaciones laborales en la Argentina. Hablamos de empresarios y trabajadores y cómo unos y otros alimentan, y retroalimentan, actitudes - o, mejor dicho, síntomas - que consideramos poco éticas y que nos dan algo de vergüenza: la falta de respeto a la dignidad de las personas que trabajan, el trabajo en negro o las malas condiciones laborales, para poner un ejemplo de situaciones que convalidamos tácitamente fomentando, de esta manera, su validez.
Me llama la atención, cuando pregunto a los alumnos (3er año de una facultad privada) si saben cómo definir "trabajo en negro" y noto que la mayoría esquiva mi mirada porque creen que voy a preguntarles directamente y pasarían un papelón al no saber qué responder. Generalmente encuentro a unos cuantos que trabajan o trabajaron, vieron un recibo de sueldo y, entre todos, definen el concepto. Sin embargo, si quiero saber si alguno de ellos ha trabajado en negro alguna vez, levanta la mano casi toda la clase (yo incluído!). Y si indago sobre si conocen amigos o parientes que trabajen en negro, tengo un 100 % de adhesión.
Es doloroso tener que explicar que nuestra idea de trabajo, nuestra cultura, nuestra manera de entender al trabajo está teñida del permiso para trabajar "en negro": que no se inscriba al empleado, que no se cumpla con los aportes o retenciones, que se trabajen más horas que las convenidas, que la categoría o las horas del recibo de sueldo no coincidan con el horario y/o la función desempeñada, que haya pagos fuera del circuito formal y que, por lo tanto, no se incluyan en el monto a remunerar por vacaciones o aguinaldo...los ejemplos pueden ser tantos como los empleados o empleadores.
Y es interesante escuchar las justificaciones: "si pagasen "todo" no podrían seguir con la empresa", "para qué querés que te retengan si después no sabés qué vas a cobrar - o si vas a cobrar - tu jubilación", "si no aceptás hay otros que lo aceptan y te sacan el trabajo", "mejor negociar y que ganemos todos", "todos lo hacen"...
Y lo que es más triste, aún, es entender que este especie de paradigma que nos precede, nos trasciende y alimentamos es uno de aquellos mecanismos/problemas que hacen que la sociedad funcione. Forma parte de la misma enfermedad que incentivan la existencia de empleados ñoquis, o acomodados, o de no pedir factura cuando nos prestan un servicio, etc. Pareciera que todos nos beneficiamos.
Ya estamos tan habituados que nos ponemos contentos cuando es alguien cercano el consigue un puesto - y un sueldo - por el que no debe trabajar o si nos ofrecen un pago extra / cash si trabajamos más de lo convenido.
Les enseñamos a los jóvenes que esa es la manera de conseguir nuestros objetivos y sentimos que está bien que transmitamos esta sabiduría popular: sino las generaciones venideras no sobrevivirían en esta jungla.
Sin embargo, y al mismo tiempo, nos planteamos si estos hábitos pueden modificarse. Sabemos que no concuerdan con nuestros principios pero debemos dejarlos de lado para seguir siendo un engranaje del sistema. Si se dan las condiciones tratamos de ser transparentes y cumplir con las normas. Nos sentimos bien si estamos en regla.
Debemos ser capaces de seguir cambiando.
Somos?
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