Una de las recomendaciones más usadas e inspiradoras de todos los gurúes del emprendimiento es la de no dejar de Perseguir un Sueño. Frases como ¨si lo soñas es posible¨o ¨nunca dejes de soñar¨ son de aquellos mandatos difíciles de discutir. Quién puede negarse a pensar en poner la energía en hacer lo uno quiere, en lograr lo que se anhela? Y es más, el no hacerlo puede generar un sentimiento de abandono a nuestros propios deseos e intereses y hasta la horrible sensación de la infelicidad.
¨He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer, no he sido feliz¨, decía Borges. No era, en realidad, el prototipo de las personas que lo han pasado bien en su vida...
Pero que es, en la realidad, ¨perseguir los sueños¨.
Da la sensación que los emprendimientos exitosos son sueños cumplidos. Como si alguien hubiese imaginado la maravilla de compartir casas y departamentos, de generar un espacio para encontrarse con los demás y ponerse al tanto de la vida, organizar horarios para reservar restaurantes, vender comidas en camiones que se mueven por la ciudad y miles de ejemplos de proyectos que funcionan y son rentables. Quizás, sí se trata de sueños hechos realidad. No lo sé.
Sin embargo me permito ponerlo en duda: lo que llamamos ¨sueños¨, esas ideas o imágenes que creemos que nos harán felices si las llevamos a cabo, difieren bastante de los hechos objetivos cuando se concretan. Un lugar para ir de vacaciones, un departamento para vivir, un auto, un amor poco alcanzable y que finalmente conseguimos...no resultaron, en la práctica, tan maravillosos como cuando los soñábamos.
Existe una especie de mito - y exigencia - sobre no bajar los brazos y poner energía en la realización de nuestros sueños.
Los emprendimientos son el resultado de una idea, una oportunidad, la correcta administración de los recursos disponibles, mucho esfuerzo y atención a los datos del mercado.
Conseguir que funcione es una gran satisfacción.
Probablemente muy distinta a lo que soñamos, pero real.
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