22.1.13

El amplio mundo del trabajo



Las vacaciones son para descansar, algo así como lo contrario de cansarse. 

La imagen de “no hacer nada” se nos aparece inmediatamente cuando pensamos en “descanso”.
Pero descansar también puede entenderse como hacer algo diferente, lo contrario a cansarse de hacer lo mismo. Para mí las vacaciones significan cambiar la rutina, vivir cosas diferentes.
Para mí, vacaciones, si es posible, es igual a viajar.

Viajar implica una andanada de cosas nuevas. Lugares, medios de transporte, clima, comida, actividades y, sobre todas las cosas, el contacto con gente igual, pero diferente.  Este año elegimos Panamá. Hace unos 20 días que estamos recorriendo el país e interactuando con panameños y personas de los lugares más remotos que trabajan aquí o, como nosotros, decidieron conocer esta parte del mundo. Quizás por el momento de mi vida o quizás porque me interesa la temática en este viaje me impresionó, más que en otros, la diversidad de trabajos y modalidades de vida.
Desde un chofer de unos 70 años, jubilado que nos contaba con orgullo como la parte de moderna de Panamá no tiene nada que enviarle a Manhattan y que vive del dinero que le da el estado más el ingreso extra que le genera su trabajo – lo que nosotros llamaríamos remís – y que me hizo acordar a la Argentina con la diferencia que este hombre está terminando de pagar su propia casa que compró en el ‘95 con un crédito a 25 años. Hasta un argentino, ingeniero en informática, que trabaja en forma remota para E-Bay y vive, desde hace un año, en un velero, anclado en un archipiélago de esos que están rodeados de islas con palmeras y aguas tranquilas, totalmente transparentes: cuando lo necesita se acerca en un gomón al continente, cobra su cheque y hace las compras que precisa. Maravilloso, no es cierto?
También encontré muchos norteamericanos cansados del “american way of life” y que optaron por invertir en pequeñas propiedades, en zonas turísticas, convertirlas en posadas y mudarse junto con su familia o su pareja. Michael y Michelle, por ejemplo, habían cambiado Alaska por un pueblo de pescadores en la costa del Pacífico, en el que “levantaron” unas pequeñas cabañas pque alquilan a turistas y que les permiten vivir con todas las comodidades y disfrutar todos los días de la playa y las frutas tropicales.
Joan y Steven, en cambio, padres de dos mellizos de 9 años eligieron una ciudad más grande. Ellos están contentos que sus hijos asistan a una buena escuela privada en la que se contactan con gente de todo el mundo y que poco a poco ya eran bilingües en español e inglés, su lengua nativa.
Un italiano que hablaba un perfecto castellano rioplatense me contó que, desde hace cinco años, está recorriendo Sudamérica porque la ONG en la que trabaja se dedica a implementar planes de educación en poblaciones necesitadas: había desarrollado su tarea en los cantegriles de Uruguay, en una población pequeña de la provincia de Santa Fe y, actualmente, estaba asignado en Haití.
Catalanes que habían montado un agencia que brindaba tours y excursiones de buceo, argentinos gerenciando restaurantes, colombianos dedicados a la fotografía de fauna y tribus indígenas locales, venezolanos buscando alternativas que no encontraban en su país y trabajadores locales contentos de la pesca diaria y la venta de sus productos a turistas y restaurantes…
El mundo del trabajo parece inacabable y lleno de posibilidades.
Si bien estamos condicionados por nuestra educación para encontrar formas de sustento y realización personal, pocas veces tomamos conciencia que está en nosotros la posibilidad de elegir.   Quizás recordarlo o “darse cuenta” nos permita disfrutar de nuestra decisión, la de tener el trabajo que tenemos y la forma en que lo hacemos.  También genera el respeto por la diversidad, un sacudón a nuestra omnipotencia que, tantas veces, nos hace pensar y “dar cátedra” de cómo deben ser las cosas.

El mundo del trabajo es amplio, rico y maravilloso. 

Pero también está lleno de desigualdades e injusticias:  se hace difícil pensar en elegir cuando se tiene la panza vacía. Eso también lo enseñan los viajes y una mirada abierta. Probablemente el desafío para lograr una mejor calidad de vida sea el de brindar posibilidades.
Esta es otra parte de la misma historia que merece ser contada y de la que hay que ocuparse.

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